miércoles, 17 de junio de 2015

"Winter is coming"

   
   Con permiso de George robo la frase para el título, pero como no me canso de repetir: "Yo ya era una friki y me creía Ayra Stark  cuando la mayoría de vosotros pensabais que El Muro era la pared que separaba vuestra casa de la del vecino". Así que sí, con todo mi derecho declaro que "se acerca el invierno", o más bien que ya está aquí.

"Si Claudia no va a la playa, la playa va a Claudia"


     Y así es como se pone Panamá un día cualquiera a las dos de la tarde, dando la sensación de que sigues en España un lunes a eso de las 9 de la noche mientras haces horas extras en la oficina. Pero por suerte puedo decir que no, que sigo aquí y que a las cuatro de la tarde apago mi ordenador y me voy a disfrutar (odiar, maldecir...) del calor, porque si bien es verdad que cuando llueve lo hace con ganas, esto no es Ponferrada, aquí la lluvia es caliente y "después de la tormenta sale el sol" (el que escribió esto debió romperse la cabeza, sobre todo si vivía en este país). Eso sí, otro apunte mental que he añadido a la larga lista de auto-consejos para este año es a cerrar las ventanas de casa antes de irme a trabajar, por que ya hemos comprobado que si diluvia nuestro salón se convierte en el comedor del Titanic en el minuto 140, pero sin Leo para ayudarnos a recoger agua con la fregona durante las dos horas siguientes.

   Pero centrémonos en lo importante, os debo una disculpa por mi desaparición, han pasado más de tres meses desde mi última carta, y podría poner un millón de excusas para justificar mi ausencia, pero lo cierto es que sólo me ha sucedido una cosa: la vida. Sé que suena muy profundo, pero es la mayor verdad que encontraréis en este texto (y tenía que ser algo que sonase un poco trascendental, para que penséis "que razón tiene, a ella se lo perdonamos todo"). Me he dedicado a vivir en todas sus versiones: me he vuelto loca y responsable, risueña y melancólica, vaga y "superwoman", me he enamorado y desenamorado más veces de las que puedo contar (sobre todo del surf, pero esa es una historia que merece su propia "carta"). Pero casi mejor os hago un resumen de mis últimas aventuras y así juzgáis vosotros mismos.

    Empezaré por el viaje a Taboga. "Corría el año 1543, cuando seis valientes individuos..." Vamos, que fuimos hace mucho tiempo, pero fue el primer viaje del "Panateam", y nos lo pasamos tan bien que quiero dedicarle unos instantes de protagonismo.

  Taboga es conocida también como "la isla de las flores" (por lo obvio, se entiende) y en sí no es espectacular, pero como es la playa más cercana a Ciudad de Panamá era visita obligada. 


Lo de las flores creo que ya ha quedado bastante claro, ¿No?


    Pero lo mejor del día fue poder estar con estas personas que se han convertido en una parte indispensable de mi vida en Panamá. Eugenio (Pepe para los amigos), Bea, Argen, Marta y Jorge, mi "Panateam", mis compañeros de aventuras, en definitiva: mis amigos.


Lo mejor la señora del barco que está teniendo una experiencia "a otro nivel".
    

     Como bien me han aconsejado, no quiero extenderme mucho para no aburriros, así que lo último que quiero destacar del viaje son algunas de las perlas que nos regalan nuestros queridos "panas" que hacen que a pesar de llevar cinco meses aquí sigas sorprendiéndote como el primer día.


El cartel de los pintores a domicilio no estaba en Taboga, pero era demasiado bueno para no ponerlo.
   

    Así que para resumiros un poco mis andanzas por estos mundos, voy a explicaros en pocas frases mis eventos más destacados de estos últimos meses.

   Lo primero han sido las visitas. A parte de haber podido contar con la compañía de mis queridos progenitores (con viajes a Costa Rica y a Cartagena incluidos, de los que escribiré otra carta para no extenderme demasiado en esta) se ha dejado caer por aquí más gente de la que esperaba. Me gustaría pensar que es por mí, pero seamos francos, el agua cristalina y las playas paradisíacas son una razón mucho más creíble...

   A mediados de abril aterrizó en Panamá procedente de NY Amalia, y creo que no me equivoco al pensar que entre el Open Bar de "champaña" en el piso 66 del Trump mientras nos bañábamos en la "infinity pool", y la fiesta en una isla de San Blas, tuvo una visión bastante agradable de mi actual país de residencia (que pijo suena todo, lo se...). Ese fin de semana también nos acompañó la delegación masculina de becarios Icex de nuestra vecina Bogotá: Pablo, Álvaro y Víctor. Y estoy bastante segura de que la opinión general de una fiesta en una isla desierta con gente majísima y bajo un impresionante manto de estrellas es: "Wow!". (Esperemos que nuestra próxima visita a su ciudad en julio esté a la altura, lo dejo caer por si alguno lo está leyendo)


Una de esas experiencias que se te quedan grabadas, no es por fastidiar,  pero fue totalmente de película
   

    Y continuando con las visitas, este lunes acabo de despedir a mi "flechazo" de Edimburgo, mi pequeña Cris, que es de ese tipo de amigas con las que da igual  la distancia que nos separe, cada vez que la veo es como si no hubiera pasado el tiempo. Gracias a la "gran" cantidad de vacaciones que tengo este año por el hecho de ser becaria, no pude acompañarla en todos sus viajes, pero el fin de semana en Playa Venao (esa de los desayunos ricos, ¿Os acordáis?) fue uno de los mejores de este año, creo que aún me duele la cara de tanto reírme, la foto lo deja bastante claro...


"Finde" de chicas (que "yupi"suena). El próximo en Oxford, prometido.
     

    Por último también se dejó caer nuestro vecino de Santo Domingo, Rodri, a pesar de que tendrá que venir otra vez ya que le falta probar la fiesta panameña, que no creo que tenga nada que envidiar a la dominicana...

     Pero no todo son visitas, lo mejor de estos meses y lo que me hace levantarme por las mañanas son esas personas que están aquí en el día a día, con las que compartes tanto noches de fiesta como barbacoas que acaban con discusiones filosóficas sobre la vida y conciertos de Sabina con cervezas previas en bares puramente locales (gracias Jose por el descubrimiento). Esas personas que hacen que las semanas sean más cortas y que desees que llegue el martes para bajar a tomarte unas cañas a "La Malagueña", donde parece que hasta la Balboa se parece más a mi querida Estrella Galicia (ya me he puesto "ñoña" otra vez, me está afectando seriamente esta nueva "tolerancia" al reggaeton).


"Ahora que nada es sagrado, ni sobre mojado llueve todavía..." (Ya os he dicho que sale el sol)


    También para no perder la costumbre he ido a un par de chivas, y una de ellas podría haberle hecho fácilmente la competencia a la "Flower Power" de Pacha (¡Queremos otro cumple ya, Ceci!). Pero gracias a eso he conocido a gente increíble a la que a día de hoy estoy bastante segura de que echaré de menos (ya sabéis que yo paso del cariño al odio en un instante, no os emocionéis).


Estoy dudando entre cantar Yellow Submarine o llamar a Jordi Estadella


   También hemos tenido tiempo de hacer algún que otro "guateque" en nuestro palacio (con sandía incluida, apoyando la producción local), o de ver Sonrisas y Lágrimas en un cine de verano. Porque, inciso importante, por si os habéis olvidado aquí es invierno, y a pesar de que el calor sea igual o peor y el sol queme lo mismo o más que antes, ya no hay cines de verano, ni Open Bar en las terrazas, la gente ya no va a la playa... (ese concepto de explotar el turismo no ha llegado aún a esta parte del Caribe)



Supercalifragilisticoexpialidoso...¿O no era esa?, el calor me confunde...


   Y entre ron y ron hemos aprovechado para trabajar también un poco, ¡A ver si os pensáis que estoy de vacaciones! Han sido unos duros meses en los que hemos tenido que representar a nuestra querida España ante Holanda (me quedo con los quesos, buenísimos...), recibir a nuestro nuevo jefe (efectivamente, la cocinera de la embajada hace las mejores paellas de Panamá), y organizar la Expoalimentos, que nos costó un gran esfuerzo pero quedó compensado con el hecho de tener el armario lleno de aceite hasta final de año.



¡Pero que monas van siempre estas chicas!


   Y en todo este tiempo también hemos tenido varias celebraciones, las más recientes los cumpleaños de Marta y Jorge. Por el de mi "roomie" fuimos a nuestro querido Trump, pero a falta de Open Bar tuvimos que conformarnos con un par de mimosas ("osea", ahora ya puedo considerarme totalmente "yeyé")



"Y es que yo sin ti y tu sin mí..." (Bueno, si me traes a Enrique tampoco me quejo)


   Y para celebrar el de nuestro "niño" fuimos a una barra libre de Margaritas y una "Silent Party", que por si no lo sabéis es una fiesta en la que te pones unos cascos y puedes elegir entre tres canales de música diferente (electro latino, electrónica y comercial), y la gracia es que si te quitas los cascos sólo escuchas una musiquilla de fondo. Lo mejor de todo es que el Open Bar era de 6 a 9 de la noche, así que a eso de las 9:30 los únicos que bailaban y cantaban a voz en grito ("¡Y se formó la gozadera...!") como si se tratase del fin del mundo eran los que veis en las fotos de abajo.



Nos encanta el "postureo" pero, ¿Y lo bien que nos lo pasamos?


   Pues sí, tal y como habéis visto he conseguido hacerme un hueco en este lado del océano y puedo decir que a día de hoy me río como hace mucho tiempo que no hacía, y que soy feliz. Pero también quiero que sepáis que ya tengo fecha de vuelta, el 19 de Diciembre estaré de nuevo dando guerra por esas tierras, así que no os olvidéis de mí, y no dejéis de llamarme (ni de mirar el catálogo de Zara e informarme de las novedades, ¡Que en septiembre nos fundimos la tarjeta, Leti!), y que también sois vosotros los que me hacéis sonreír (sobre todo cuando me decís que habéis tenido que volver a sacar la chaqueta del armario, a ver si os pensáis de verdad que me he vuelto una sensiblera...)

   En definitiva, que he vuelto y esta vez no tengo intención de marcharme, así que os quedan muchas historias más por aguantar, y ya que esta carta ha sido una oda a la amistad en toda regla, me despido con una parte de una conversación de la película Martín (Hache) que lleva varios días rondando por mi cabeza, y con la que creo que no me dejo a nadie fuera:


No se extraña un país [...] la patria es un invento. Uno se siente parte de muy poca gente. 
Tu país son tus amigos, y eso sí se extraña.




martes, 10 de marzo de 2015

Santa Clara, una puerta directa al cielo.



     Quiero que toméis aire, cerréis los ojos por un momento y os pongáis de música de fondo vuestra canción favorita para los largos días de verano. Esta entrada llega en un momento perfecto, porque sé que el sol y el calor han vuelto a vuestras vidas, así que puedo permitirme escribir sabiendo que a pesar de todo seguiréis queriéndome...


Mi primera vista de Santa Clara... ¡Y lo primero que veía al levantarme cada mañana!

      Fuera de bromas, este fin de semana he sido feliz. Por eso voy a intentar esta vez que sintáis al menos un poquito de lo que he experimentado durante estos días, intentaré que esas gafas rosas que tanto os gustan aparezcan solas en vuestro rostro (y si no lo consigo, no os quedará más remedio que morir de envidia...).

    Empezaré por el viernes. Después de pasarnos una larga semana en Ciudad de Panamá nos moríamos de ganas de pisar otra vez la playa, así que nos cogimos un autobús y nos fuimos a visitar a mi prima segunda, María. Ella vive en un lugar llamado Santa Clara, del que yo había oído hablar pero aún no había visitado. Así que el autobús nos dejó en un lugar cercano, y María vino a buscarnos en su coche. De camino a su casa paramos en un puestecillo de la carretera a comprar fruta para el fin de semana: papayas, piñas, cocos, sandías...¡Todo buenísimo! Por que no sé que tiene aquí la fruta que todo sabe mejor, será ese maravilloso (y a la vez odiado) eterno verano...


Aquí podemos ver a Raúl, encantado de servirnos un poco de agua de coco para refrescarnos.


    Después emprendimos rumbo hacia el apartamento, y como dicen que una imagen vale más que mil palabras, ésto es lo que nos encontramos:


La torre de la izquierda se llamaba Amanecer, y la de la derecha Atardecer. ¿Adivináis por qué?


    Como podéis ver es un edificio perdido en mitad de la nada, selva a un lado y selva al otro. Y a lo largo de toda la kilométrica playa  de  Santa Clara sólo hay alguna que otra casa espectacular, y  una serie de cabañas usadas por los pescadores y escasos turistas durante el día. Además, con la construcción de un pequeño aeropuerto cerca del lugar, no es posible construir más edificios del tamaño de nuestro "hogar" del fin de semana.


Algún día tendré una casa como esa, ¡Increíble!


    ¡No podía salir de mi asombro! Y lo mejor de todo, era que estábamos prácticamente solas, perdonad que os lo diga así de claro pero ¡menuda pasada! Me puse hasta nerviosa, no sabía si ir a la piscina, a la playa, a la terraza, a tomar el sol....


Con estas instalaciones comprenderéis la magnitud de la dificultad de mi decisión...


Hasta me entraron ganas de volver a tocar el piano un rato (Marta aprovechó y nos deleitó con alguna que otra canción). ¡Pero es que así cómo no me van a entrar!


Tengo que decir que la compañía del fin de semana fue, sin lugar a dudas, inmejorable.

     Finalmente opté por sentarme a meditar sobre cómo repartir mi tiempo, eso sí, ya que estaba preferí hacerlo en condiciones:


Con todo a la vista es más fácil tomar una decisión, ¿no? (O simplemente llamémosla "foto para fastidiar un poco")

     Lo primero que decidimos hacer fue dar un paseo hasta donde estaba el "langostero", que es un panameño que trabaja cuidando una casa y en sus ratos libres sale a pescar por los alrededores, para preguntarle si podía llevarme al día siguiente con él a pescar.


Como podéis comprobar, teníamos que ir constantemente esquivando a la gente, menudo fastidio...

     Luego volvimos a casa para merendar un poco y recuperar fuerzas. ¿Os gusta la fruta?


¿Y ahora?


    Llegados a este punto, dejadme que os hable de la comida. ¡Al fin comimos pescado! (Y que pescado, ¡recién sacado del agua!). Estaba todo riquísimo, y comimos muchas especies que no había visto ni probado hasta el momento: corvina, pargo, cojinua, sierra... ¡Y el pargo pescado por mí! Pero no adelantemos acontecimientos...


No puedo mirar mucho esta foto porque estoy a punto de morder el ordenador....

    Luego decidimos ver una película en el cine particular del edificio, ¡quién necesita una cama con esas butacas! Ésto es ver una película en condiciones (seguro que hasta la de 50 Sombras de Grey me hubiese gustado, o por lo menos la siesta hubiese sido digna de un Oscar...). Así si que pagaba yo por estar sentada frente a "La Gran Pantalla".


Dad gracias de que no tuviese a mano la versión extendida de El Señor de los Anillos, o ahora no estaría escribiendo...


    Y después pronto a dormir, que me esperaba  una de las mejores experiencias de mi vida: ¡El hombre de la familia se iba a pescar langostas! 

    Os pongo en situación: el plan era levantarme a las 5 de la mañana, coger una barca de remos, e ir a la isla Farallón (justo delante del edificio) a recoger las redes que Junier (el "langostero", conocido como Juni) había dejado la tarde anterior. No sé si estáis muy enterados del horario panameño, pero por si quedaba alguna duda: sí, era totalmente de noche.


Esto es lo que vi durante aproximadamente media hora. Y no, no es petróleo.

     Es una sensación mitad aterradora mitad mágica. Encontrarte en el mar, en medio de un silencio sólo roto por el ruido del remo al entrar en el agua, distinguiendo a duras penas la cara de tu acompañante en una barca de aproximadamente tres metros de largo, navegando hacia una isla desierta... Efectivamente, me sentía como en una película de piratas a punto de asaltar un navío con un gran tesoro en su interior. En esos momentos te das cuenta de lo insignificante que eres, de lo grande que es el mundo y lo pequeños que somos nosotros, de que basta un mal manejo del barco para que esa ola, que tan pequeña parecía desde la orilla y ahora encuentras del tamaño de un tsunami, te arrastre hacia la negrura. Es una sensación maravillosa, te sientes perdido y a la vez en paz, fue uno de esos momentos que sé que se quedarán para siempre en mi memoria. 

     La anécdota graciosa es que en un momento dado empezamos a escuchar el ruido de un motor, y claro, esta barca lo que es tener luces... pues no, no tenía. Así que para evitar ser arrollados por algún pescador nocturno encendimos una linterna. Hasta aquí todo bien, pero de repente me di cuenta de que Juni en vez de agitar la linterna o apuntar con ella hacia el origen del ruido, alumbraba las aguas de alrededor de la barca con gestos nerviosos. Y claro, suponiendo que no encontraríamos submarinos cerca, se me ocurrió preguntarle: "Es un barco, ¿no?" El hecho de que su respuesta fuera: "mmm, no se, no se". Hizo que ese sentimiento maravilloso y mágico de estar perdido en una barca en medio del mar con la luna como única farola, se convirtiera en algo así como un pensamiento obsesivo sobre "¿Cuándo amanece en este maldito lugar?". Por fortuna, el ruido era efectivamente una barca de pescadores y no Moby Dick resurgiendo de sus cenizas. 

    No penséis que soy una miedica (un poco reconozco que lo soy), pero si la noche anterior escuchas comentarios sobre los tiburones que rondan el lugar y las ballenas que suelen cruzar esas aguas en esta época del año, os puedo asegurar que no a todos os hubiese gustado estar en mi lugar.

     Pero por fin llegamos a isla Farallón (que se ve desde el balcón del apartamento) y comenzamos a rodearla descubriendo grutas secretas que la atraviesan de lado a lado durante la marea baja, imaginándome con un cargamento de ron llegando a "Isla Tortuga". También la conocen como la "isla de los pájaros", ahora entenderéis el porqué: 


Por la noche no queda un centímetro de isla sin cubrir, convirtiéndose en el hogar de gaviotas y pelícanos.

    La columna de hormigón donde descansan las gaviotas, sostenía años atrás una estatua de la Virgen del Carmen, en época de Noriega (gobernante de panamá que actualmente se encuentra encarcelado por delitos relacionados con el narcotráfico), que fue robada posteriormente cuando saquearon la zona. También en la isla existe una cruz que quedaba iluminada al anochecer por infinidad de bombillas que funcionaban mediante un panel solar, pero hoy en día solo queda el esqueleto de la cruz como vestigio de lo que algún día fue la isla (cuenta la leyenda que Noriega encadenaba a sus enemigos en ella para que muriesen ahogados con la subida de la marea)


Aquí podéis ver la isla y su cruz, a Juni y su mujer, y la minúscula barquita en la que íbamos los dos.



Como podéis ver, una vez que recogimos las redes no cabía ni un alfiler en la barca, ¡imaginaos el tamaño!


      Una vez llegamos a la isla nos pusimos a recoger las seis redes, de seis metros cada una. En total encontramos 8 langostas, tres pargos, un pez loro...


El pez loro, con sus colores fosforitos, era una preciosidad, daba hasta pena comérselo. (El pargo no nos dio ninguna pena)


    Y también alguna que otra sorpresa no comestible: una morena con la que Juni mantuvo una lucha a vida o muerte (incluso llegó a decir que como la morena cayese dentro de la barca él se tiraba al agua, momento en el que mis esfuerzos por animarle en la pelea se redoblaron), un pez raro que parecía medio raya medio tiburón, una caracola con un cangrejo muy feo dentro con pinzas pero que en vez de cola tenía cuerpo de gusano, y por último lo más gracioso, un pez globo que cuando lo sacamos del agua empezó a hacer un ruido como de un fuelle y a hincharse como una pelota (entre eso y los pinchos que tenía por el cuerpo nos fue casi imposible desenredarlo para devolverlo al mar)


Juni demostró ser un experto luchador, después de ver una morena de cerca comienzo a entender a la pobre Ariel...


      Tengo que decir que una de las mejores cosas de la experiencia pescando langostas, fue el poder ver amanecer rodeada de mar por los cuatro costados, ¡al menos las fotos son espectaculares!


Me reservo los derechos para venderlas próximamente como portada del National Geographic.


      La verdad es que, además de pasar una mañana increíble, pude volver a casa con la cabeza bien alta y la cena en la mano, ¡y qué cena!



El vino gallego, cortesía de la casa, hizo que la cena fuera sencillamente... perfecta.

     Una vez en tierra firme, y dado que aún me quedaba todo el día por delante (eran cerca de las 8 de la mañana), decidí recordar mis tiempos universitarios y salir a correr un rato por la playa. ¡Ah!, ¡Qué placer! Lo echaba tanto de menos... Y no os podéis imaginar la sensación de correr por una playa kilométrica sin cruzarte con nadie, y correr y correr con la playa para ti sola, sintiéndote dueña del mundo, sintiéndote... ¡LIBRE!


Creo que esta foto podría ser una aproximación bastante fiable del aspecto que tendría la palabra felicidad.


     Al menos no podía dejar de reírme mientras levantaba gaviotas a mi paso.

    También fuimos a visitar al Sr. Bayo, que es el patriarca de la comunidad de pescadores de Santa Clara, y es la típica persona que si se pusiera a contar historias apuesto a que de sus labios saldría material como para escribir un millar de libros fantásticos.


Cada día los pescadores tienen que traer y llevar los pesados motores al hombro para que no se los roben durante la noche.


    Disculpad que me ponga un poco filosófica, pero si cierro los ojos y pienso ahora en este fin de semana, recuerdo esos paseos en soledad, en los que mirando atrás sólo encontré las huellas que había dejado al pasar, que serán borradas por el mar con el paso del tiempo y sólo permanecerán en  mi memoria. Y mirando hace delante, sólo vi un lienzo blanco de arena en el que supe que lo que pintase era sólo y únicamente decisión mía. 


Me ha quedado muy bonito, no lo neguéis.


    Así es, me he puesto un poco cursi pero este fin de semana realmente me ha llenado de energía y de ganas de comerme el mundo, de querer aprovechar cada instante de este año, de esta experiencia única. Soy feliz por que sé que puedo hacerlo, sé que será una época que me cambiará por completo y que recordaré toda mi vida. Y estoy contenta por que sé que voy a ser capaz de disfrutar cada minuto de ella.

    Además me siento generosa (y quiero compensar las frases de antes, no vaya a perder mi imagen de chica dura) así que os voy a alegrar la vista con uno de mis momentos preferidos del fin de semana, los desayunos:


Entenderéis ahora por que me ha dejado de doler la barriga estos días...


    ¡Ánimo!, ¡Seguid leyendo que ya queda poco!, Y si no veis bien, haced el favor de recoger del suelo las gafas rosas por que es probable que se os hayan caído de la impresión. No pasa nada, es comprensible.

    Antes de acabar quiero darle las gracias a María, por que nos ha tratado como auténticas reinas, es genial sentirse de nuevo arropada y como en casa estando a tantos kilómetros de distancia. ¡No dudes de que volveremos pronto! Además nos ha regalado algo que será sin duda uno de mis mayores tesoros este año: ¡una fregona recién llegada de España! (no os riáis, probad a tener que escurrir a mano algo que podría pasar por la fregona de Hagrid cada vez que queráis limpiar la casa y luego me contáis que tal la experiencia)


Nunca me gustó tanto el color morado. ¡Hola comodidad!

    Por último, que sé que la carta de hoy ha sido larga a la par que dura (realmente me da hasta pena que se acabe ya, estaba disfrutando de lo lindo esta vez), no deja de venirme a la cabeza una vieja persiana que tenía mi padre en su época universitaria, en la que aparecía una chica vestida de cowboy que decía algo así como: "Be Happy, I Lost My Heart in San Francisco". Pues bien, os diré una cosa:



"Sed felices, yo perdí mi corazón en Santa Clara"

¡Hasta la próxima!


miércoles, 25 de febrero de 2015

But oh! Those summer nights...


    Esta semana ha empezado muy bien. Un pesimista diría que ha empezado horriblemente mal, con horas extra en la oficina y con un amigo menos en la ciudad. Pero yo, que he decidido que este año a optimista no me gana nadie, voy a decir que no podría haber tenido un mejor comienzo. Y os preguntaréis por qué. Pues bien, la razón de las horas extras es obvia: trabajo. Que a estas alturas de la vida no hace falta que le recuerde a nadie que es una bendición. No hay nada mejor que levantarte por la mañana y tener algo que hacer, y desde luego no encuentro mejor sensación que la de sentirme independiente (al menos económicamente, porque emocionalmente sabéis que os necesito). Y en cuanto a un amigo menos... No es uno menos, por que los amigos no se pierden si uno no quiere (de hecho quién me iba a decir a mí que nos encontraríamos en Panamá después de años sin vernos), además la tristeza o la melancolía no tienen cabida en esta historia. La envidia si que se cuela un poquito aunque no quiera... Pero envidia de la buena, eso si. De esa que te anima a seguir, por que sabes que esto es temporal y que esos huevos fritos con chorizo casero están esperándote a la vuelta de la esquina.

    Joseba se ha ido, de vuelta a su casa y con un buen trabajo (mi sueño y el de la mayoría de los que estamos repartidos por el mundo), pero es verdad que ya le tocaba. A mí aún me falta curtirme un poco más que, como no me canso de repetir últimamente, si no es ahora, ¿Cuándo?

   Pues bien, como no podía ser de otro modo siendo de Bilbao, tenía que hacer una despedida a lo grande. ¿Sabéis lo que es una chiva? Pues aquí lo tenéis:


Esto señores, es una chiva. Y tengo que decir que ésta fue...¡Alegórica!


   ¿Os acordáis de los autobuses de los que os hablé, los diablos rojos? Pues una chiva consiste en alquilar uno al que le han quitado los asientos, y tiene dentro una mini barra de bar con una persona sirviendo copas, otro individuo poniendo música a todo trapo y bueno el conductor, por supuesto. La chiva te da vueltas por la ciudad durante aproximadamente tres horas y luego te deja donde quieras para salir de fiesta, en nuestro caso acabamos en el Casco Viejo. Ya se ve en la foto, pero por si os quedaba alguna duda...¡Me lo pasé pipa! Música "pachanguera" (como la chiva, aunque debería haberse llamado alegórica por petición del que tenía el papel protagónico, pero no pudo ser...) y muy buen ambiente. Toda una experiencia que deberíais probar sin duda. Me reí un montón y pude disfrutar de una compañía inmejorable. ¡Creo que Joseba debería volver sólo para poder hacer otra despedida! (No por que se le vaya a echar en falta)

   Además gracias a que llevaba un mes despidiéndose, tuvimos oportunidad de conocer el Hard Rock Hotel de Panamá, y las increíbles vistas desde el bar que tiene en la azotea, el Bits Roof Lounge, situado en el piso 62.


La verdad es que el sueño de Joseba siempre había sido ser "barman", no podía irse sin cumplirlo ¡Y por todo lo alto!
(por lo del piso 62, se entiende)


   Las cartas eran una pasada, pero nada comparado con las vistas que había desde la terraza, ¡Panamá entero a nuestros pies! Sin duda es un sitio al que recomiendo ir si alguna vez visitáis la ciudad, y no era tan caro como cabría esperar de un lugar así...

   Total, que volviendo al sábado de la despedida, como estábamos muy nerviosos por el evento (yo aún no sabía si podía asistir por que había dado tarde la confirmación y estaba en lista de espera...¡Que popular! ja ja) decidimos que era hora de descubrir piscinas nuevas por la ciudad, así que lo primero que hicimos fue ir a coger fuerzas a Crepes & Waffles. 


Crepe de espinacas, queso feta y champiñones. ¡Quiero volver ya!


   Esa fue mi elección, increíble, aunque igual por probar cosas nuevas me uno al club de Jorge y Eugenio en la próxima visita:


Tengo que dejar de poner estas fotos, que me entra un hambre voraz.


   Una vez satisfechos (me falta la foto del waffle de nutella que nos comimos de postre) nos fuimos a descansar un poquito al Waldorf Astoria (si, como la de Gossip girl), donde nos recibieron con toallas y hamacas bien mullidas (momento gafas rosas, ¡No os olvidéis!)


Foto hecha por Eugenio, que hace maravillas con el móvil.

   Fijaos si son geniales que aparte de una piscina de agua caliente (que no me hizo mucha gracia dada la hora, pero que dicen que por la noche e iluminada es una pasada) y de un sitio para bañarte y nadar en condiciones (adoro mi piscina, pero a veces se queda un poco pequeña) tienen un botón de pánico, por eso de si te mareas ante tanta comodidad...


Os lo prometo, los baños olían a balneario.

   Como al cabo de un rato teníamos un poco de calor, aprovechamos también para tomarnos una cervecita panameña bien fría, por consumir cosas locales, ya sabéis...


Esta foto claramente se hizo con el único fin de dar envidia

   Dado que imagino que ahora mismo estaréis odiándome un poco, también os traigo la dosis semanal de lo que me gusta llamar "Cosas curiosas de Panamá" o "1000 maneras de recordarme lo mucho que quiero a mi país".

   Empezaremos por una historia que no os había contado aún y que sucedió hace un par de semanas cuando intentábamos cocinar unas tartas (idea de Lucía, una amiga de Marta que estaba de visita). Empezó a sonar una sirena en el edificio, así que apagamos el horno pensando que sería cosa de nuestra cocina, ya que nunca antes lo habíamos utilizado. Pero la sirena siguió sonando, así que abrimos la puerta de casa y nos dimos cuenta de que lo que oíamos era la alarma de incendios y que la gente bajaba corriendo por las escaleras diciendo que había fuego. Por si no lo recordáis, vivo en un piso 14 (en realidad cuenta como un piso 18) así que agarramos los pasaportes y el bolso y salimos corriendo de casa. No es una experiencia agradable bajar corriendo 18 pisos sin saber dónde está el fuego, si está en la segunda planta y te lo vas a encontrar de frente, o si está en la azotea; ni saber realmente que está pasando. Total, que con las piernas hechas un flan conseguí llegar a la calle, menos mal que los bomberos no tardaron mucho en llegar. Lo que en realidad pasó fue que a la inquilina del piso 16 se le prendió una cortina, y para cuando llegaron los bomberos ya habían logrado los vecinos sofocarlo con un extintor. Pero es una experiencia que no recomiendo. Ahora cada vez que suena una alarma en algún lugar el corazón se me dispara... 

   Y aquí llega nuestra segunda aventura, ya que hace dos días nos quedamos sin luz en el barrio por que explotaron dos transformadores. Fue muy gracioso que nuestros compañeros de oficina nos escribiesen diciendo que habían visto llamas y escuchado una pequeña explosión, menos mal que lo arreglaron pronto, pero desde el incendio yo ya no me fío de nada...


Los bomberos llegando a nuestra casa, y la razón de que la gente se electrocute y los transformadores exploten,
¡Todo un lujo en infraestructuras!

   Pasando a cosas más graciosas, este país tiene sus ventajas, me río hasta cuando voy al supermercado. Por ejemplo, el sistema de búsqueda de ladrones en los comercios es mucho más efectivo que en España, la foto es del ultramarinos que hay bajo nuestra oficina. Y ayer descubrí que aquí los chicles no son de clorofila ni hierbabuena, si no de "yerbabuena", ¡Viva Trident y su apoyo a la cultura!


Al final la famosa tarta de carnaval no era de corcho, ¡Aunque casi prefiero no haber estado para probarla!

   Y de momento esto es todo. Una semana más en Panamá y con esta ya van siete desde que aterricé en este país. Y raro en mi...sigo echando de menos España tanto como al irme. ¿Soy feliz aquí? Mucho. ¿Estaría un mes comiendo arroz a cambio de una noche en mi casa? No hace falta ni que conteste a eso... 

   Pero como podéis ver este es un país que nunca aburre, no temáis que me quede sin material para el blog. Y si no preguntadle a Joseba, ya que en honor suyo me despido con su última visión de Panamá camino del aeropuerto:


Si, es un pobre pelícano un poco desafortunado...

     Por suerte su vuelo no fue tan accidentado y estará posiblemente disfrutando de un buen chuletón sin abrir a la mitad. ¡Le deseo todo lo mejor en su nueva aventura! (y que no suba muchas fotos de comida, que creo que es lo que peor llevo...)

   En este país me vuelvo más irónica por momentos, será cosa del calor que últimamente es inaguantable (frase para los espabilados que se había quitado ya las gafas...)

    En definitiva, que hoy tengo "morriña" y me encantaría poder estar con todos vosotros. Pero de momento me toca quedarme en el "eterno verano" (mientras vosotros disfrutáis de un buen vino y un buen plato de jamón, que lo se yo...) Volveré a escribir en un futuro cercano, mientras tanto: 


¡Un millón de besos desde el pasado! (y antes me ha salido un pareado)


martes, 17 de febrero de 2015

"Carnavaliando"


    Yo "carnavalieo", tu "carnavalieas", él "carnavaliea"... Así es, aquí en carnavales se va a "carnavaliar", y así lo hemos hecho nosotros (al menos lo intentamos). 

     El viernes partimos hacia Pedasí, en la provincia panameña de Los Santos, a pasar los carnavales. Aquí es muy complicado encontrar alojamiento en carnaval, todo está reservado casi desde un año antes, por lo que estábamos muy contentos de poder ir a una casa que había conseguido el socio de un amigo (lo típico, el amigo del amigo...) en uno de los lugares de Panamá donde el carnaval es más famoso. No pretendíamos "carnavaliar" demasiado, si no más bien aprovechar para ir a una playa a 30 km de Pedasí, playa Venao. Pero al final se convirtió en toda una aventura.


Playa Venao. Una playa genial para los que quieran surfear, y con un ambiente increíble.

   Salimos el viernes a medio día, parando a comer en los famosos "Quesos Chela", de los que tanto había oído hablar, donde hacen unas empanadas riquísimas de carne, de pollo o de queso (la de queso ganó sin duda, aun que la de carne no se quedó muy atrás) y muy baratas. También cogimos unas "chichas" para beber, que es como una especie de jugo (zumo). La mía era de naranja-miel, bastante buena.


Aquí una foto de la empanada de queso y la chicha de naranja-miel


    Durante el viaje tuve mi primera experiencia "manejando" (conduciendo) en este país. Una vez que le coges el truco no es tan difícil, aunque tienes que ir con mil ojos, ya que en la carretera interamericana, de dos carriles, los coches adelantan tanto por la izquierda como por la derecha, y hay coches cruzando perpendicularmente cuando menos te lo esperas. 

    Y por fin llegamos a la casa de Pedasí. Era una casita de una planta, con porche delantero y trasero, bastante destartalada y con 4 habitaciones: una habitación de dos camas grandes, otra de tres pequeñas, otra con una litera (estas tres compartían baño) y una grande con cama de matrimonio. ¿Adivináis cuánta gente éramos en la casa? 18 personas, incluyendo  a Luis (el socio de nuestro amigo Adrián), sus padres, sus primos y demás familia y amigos. Una locura. Hay que reconocer que estaba todo muy bien organizado en cuanto a comida y suministro, y no nos tuvimos que preocupar de nada en ese aspecto. Y yo tuve la suerte de dormir todos los días en una cama para mí sola, un punto a favor, ya que si habéis hecho las cuentas no había camas para todos.

   Antes de nada os hago un pequeño resumen de cómo funciona el carnaval en Pedasí. Hay una calle principal que cruza el pueblo y lo divide en dos barrios: Calle Arriba y Calle Abajo. Cada barrio tiene su reina del carnaval, y durante las fiestas se dedican a competir a ver quien tiene la mejor puesta en escena. Por el día se va a los "culecos", o a "culequear", que consiste en beber toda la mañana y escuchar reggaeton mientras te tiran agua por encima con cubos y mangueras (por suerte esta parte me la salté). Luego por la noche las reinas salen en sus "carros alegóricos", repito, "carros alegóricos" (carrozas) y dan vueltas a la plaza del pueblo. Parece ser que los de Calle Arriba le gritan cosas a la reina de Calle Abajo del estilo de: "¡Gorda!, ¡Fea!", y viceversa. Todo un espectáculo. Pero lo mejor es el sistema de recuento de votos para ver qué barrio gana (explicado por un panameño): "pues si  estás en la plaza y ves que uno dice calle abajo y los de al lado calle arriba, calle arriba, calle arriba, entonces sabes que es calle arriba". Aún no he pillado muy bien el funcionamiento...

   Nosotros tuvimos la suerte de compartir casa con la reina de Calle Arriba de 2014, que la primera noche desfiló en su "carro alegórico" para coronar a la nueva reina, y supimos de primera mano que durante su año de reinado y el siguiente, la reina no puede "tomar" (beber), ni bailar, ni tener un comportamiento indecoroso. De hecho no puede ni tener novio por que la gente tiene los ojos fijos en la reina, investigarían al pobre chico y (explicado de nuevo por un panameño): "imagínate si es gay o bisexual o algo". (Sigo sin entender el razonamiento)

   ¿Que hicimos nosotros la mayor parte del tiempo? Fuimos a Venao, que es una playa increíble si lo que buscas es hacer un poco de surf, tener buen ambiente, y dar paseos largos por la orilla del mar.

   Allí desayunábamos y luego nos íbamos a dar un paseo, bañarnos, etc. (Ajústense las gafas rosas señores, que empieza la diversión)


Restaurante del hotel El Sito, una pasada.


   Desayuno del sábado, Healthy Morning + café con leche y hielo: pan calentito con mantequilla y mermelada, tortilla de vegetales y fruta con yogurt y granola. 


Desde hoy, he decidido que podría desayunar esto todos los días de mi vida. Sería feliz

   El segundo día repetí, así que vamos a por el desayuno del lunes, Banana Split Crepes: crepes rellenos de nutella y plátano, con helado de vainilla. Juzgad vosotros mismos:


Creo que también podría acostumbrarme a desayunar esto...

   Y la comida del viernes no se quedó corta: ceviche de dorado (buenísimo, mi primer ceviche en panamá), fettuccine con camarones y atún con arroz frito ¡Quiero volver ya!


Atún con arroz frito. Me entra hambre sólo con ver la foto

    Aparte de buena comida y buen ambiente, disfruté como una niña saltando con Ainara y Juan en las olas, e incluso me atreví a meterme con la tabla de Juan en el agua un rato, pero de momento sigo siendo igual de patosa que hace unos años y no fui capaz de coger ni una triste ola, tendré que practicar más...

    También fui con Joseba a pescar, y a pesar de que tuvimos que desistir por la cantidad de viento que soplaba (en alguna ocasión me vi volando hacia Costa Rica) me recordó lo bien que me lo pasaba de pequeña con este deporte y me ha entrado el gusanillo de retomarlo. 


¡Al menos me acordaba de cómo lanzar la rapala!

A pesar del viento el paisaje era espectacular

   Venao es una playa que me ha encantado y a la que volveré seguro, de hecho al ver a la gente trabajando allí y surfeando en sus ratos libres, me entró el gusanillo (aun que sé que será difícil que ocurra) de pasarme unos meses viviendo en lugar así. ¡Quién sabe!


Hacia mucho tiempo que no daba paseos tan largos por la playa

Vistas desde la mesa de El Sitio donde desayunábamos. Así sienta mejor la comida...

    Volviendo ahora a Pedasí y sus carnavales, el viernes sólo vimos un poco del desfile de la ex-reina en su "carro alegórico" (no me canso de decirlo), pero el sábado ya salimos un poco a "carnavaliar" y acabamos bailando en un PH (aquí se le llama PH a todo, a los edificios, a las discotecas de carnaval, al piso más alto de los PH también se le llama PH... un lío, ¡Y yo que pensaba que era una marca de ropa pero mal escrita!). Ese día también probé uno de los platos típicos de panamá, el pollo con arroz y guandú (una especie de legumbres).


Cocinado por la familia de Luis, ¡Estaba muy rico!

   El domingo era el cumple de Adri, así que Joseba, él y Ricardo (un chico mejicano) decidieron celebrar sus cumpleaños juntos haciendo una barbacoa. Volvimos antes de la playa y le tocó cocinar a Joseba, que había comprado unos chuletones riquísimos y la madre de Luis decidió abrirlos por la mitad (imagino que pensaría que eran muy gordos) y aliñarlos bien con chimichurri. Pero como Joseba llevaba aquí ya mucho tiempo y ha desarrollado la bendita paciencia que hace falta para vivir en Panamá en algunas en ocasiones, no corrió la sangre. Sólo la salsa barbacoa en cantidades industriales.


Pollo con chimichurri, chorizos con salsa barbacoa...aquí lo de carne a la brasa con sal no lo llevan bien...

Yo aprendí a pelar yuka, que cocida sabe parecido a la patata pero más consistente.

    Pero en este viaje también hubo historias curiosas, como la de la tarta de cumpleaños, que apareció encima de la mesa del salón pero nadie la tocó, ni se soplaron velas, ni se comió... Joseba preguntó al día siguiente si se podía comer un trozo y creo que no entraba dentro del razonamiento de los de aquí, porque se hizo el silencio y a día de hoy creo que la tarta sigue intacta en su sitio.


La verdad que la tarta tenía muy buena pinta. Aún nos preguntamos, ¿Será de corcho?


     Otra historia curiosa es la del medio perro o el "hechizo de invisibilidad mal realizado"


Es genial, tardé un buen rato en darme cuenta de cómo podía vivir siendo sólo medio perro. Le echaré la culpa al sol...


     Y hablado de fauna salvaje, en la casa de al lado apareció un loro que descubrimos después de estar escuchando misteriosos silbidos durante la barbacoa. A mí me costó encontrarlo, ¿Lo veis?


Os doy una pista, está en el árbol



También tuve tiempo de hacer el tonto como podréis ver


Tengo un vicio a las piñas que no es normal...

     El colofón de la inmersión panameña de estos carnavales fue escuchar en la radio hablar de la película 8 apellidos vascos, en la que Dani Rovira tiene el "papel protagónico" (¿Enserio?), y Amaia usa técnicas de seducción (El primero que las entienda que me las explique). Me gustaría ver esas técnicas aplicadas aquí en Panamá, creo que todos seríamos un poco más felices. Jajaja.

     Creo que después de esto voy a retomar durante un tiempo a las costumbres españolas... A pesar de todo, hoy tengo que decir que estoy feliz aquí (aunque tener billete de vuelta en Diciembre y saber que sólo será un año creo que ayuda bastante)


Igual esto es lo que me da esa felicidad, adoro las noches de verano.

Con esto y un bizcocho (por que tarta está visto que no)... ¡Hasta pronto!