miércoles, 28 de enero de 2015

Domingueros en el Caribe

    
    Sé que las echabais de menos, así que...¡Han vuelto las gafas rosas! Pero esta vez no voy a ser yo quien las use, si no vosotros. Por que creo que las vais a necesitar si quiero que me sigáis queriendo después de esta "carta". (En mi defensa tengo que decir que me merezco alardear un poco después de quedarme el lunes trabajando hasta después de la media noche)

    La "carta" de hoy va dedicada a ese gran domingo, el 25 de Enero, y a la aventura en que se convirtió nuestro viaje a Isla Grande. La isla en sí está situada un poco más arriba de Portobelo, si lo miráis en el mapa está cerquita de Colón, por encima de Panamá City. Vamos, que lo que quiero decir es que pasé todo el domingo en el Caribe (lo se, cuesta acostumbrarse a las gafas rosas) y para ser mi primera experiencia en este famoso mar, tengo que decir que no estuvo para nada mal (siendo modesta).


¡Vamos valientes corazones!, ¡Seguid leyendo!, prometo que será prácticamente indoloro...

    La historia dice así:  A eso de las 8:30 de la mañana, 13 aventureros montados en "busito" (denominación panameña para furgoneta blanca de 12 pasajeros) partimos hacia nuestro prometedor domingo de playa. Pero el destino decidió que no podíamos perdernos ninguna costumbre propia del país, por muy prescindible que fuera ésta en concreto, así que a medio camino nos encontramos un control y nos prohiben el paso por la carretera. ¿Motivo? Según el amable señor policía, había salido una nueva ley anunciada por radio (¿Ayer?, ¿Hace una hora?, ¿Cinco minutos antes?) que decía que los grupos de más de 5 personas que viajasen hacia la playa tenían que llevarse su propio" beywoch". Es decir, nos querían empaquetar un vigilante o cuidador (y no creo que fuese alguien a lo Mitch Buchannan) para que pasase el día con nosotros a cambio eso sí, de una mísera remuneración comparada con el favor de haber salvado nuestras vidas de las horribles olas de la playa caribeña a la que nos dirigíamos (cuando veáis las fotos entenderéis el sarcasmo). Pero bueno, finalmente entró en razón y pudimos seguir adelante (después de media hora bajo el sol abrasador) aun que curiosamente un poco más adelante tuvimos que pagar un pequeño "peaje" en otro control policial, ja, ja.


Menos mal que nuestro "bustito" estaba protegido por el Tabernáculo de la Fé

   El autobús que se ve en la foto es uno de los llamados "Diablos Rojos", que es la manera económica (al menos en el aspecto monetario, en cuanto a la integridad física no lo tengo tan claro) de llegar a la playa. Creo que el precio es inferior a medio dólar, pero por si las moscas es preferible ir en coche o alquilar un "busito" entre unos cuantos (aviso para navegantes).

Estos son algunos ejemplos de Diablos Rojos, la mayoría no tienen ni puerta, pero seguro que tiene su encanto...

   Por fin, después de haber aprendido un poco más sobre los usos y costumbres del país, logramos llegar al final de nuestro trayecto con el "busito", donde nos esperaría hasta nuestro regreso.


Estas son las barcas que te llevaban a la isla

    Allí cogimos una barca como las de la foto, y nos pusimos "la bendición" por orden del capitán del navío:

Si es que me encanta el humor que tienen estos panameños, ¡Me lo paso bomba!

   Poco después llegamos a nuestro destino. A partir de aquí quiero pediros encarecidamente que os ajustéis esas gafas tan bonitas que os he dejado, por que ahora empieza lo bueno....

Estos son los bares y hotelitos que tiene la isla

La verdad que si no pusimos toalla no fue por que no hubiese sitio...

Creo que aquí se puede apreciar ligeramente una de las enormes olas de las que quería salvarnos el "beywoch"

   En este lugar pasamos el día duramente, teniendo que remojarnos en esas aguas transparentes para aguantar el sofocante calor del día... Aquí haré un pequeño inciso para decir que le agradezco mucho a Jose (más bien a su madre) el haber nacido ese día, ya que el viaje surgió como una celebración de su cumpleaños.

Jose (el portador del ukelele) y su séquito
   A pesar de lo mal que lo estábamos pasando, nos dio tiempo a dar una vuelta por la isla, y estas fueron algunas de las curiosidades que encontramos y que me hacen plantearme ¿En qué piensan los panameños?

El cristo en medio de la nada es total pero, ¿Qué me decís de la puerta?

     Aunque también sé reconocer las cosas bien hechas cuando las veo:

Este es uno de esos lugares que siempre ves en las revistas. Pues tengo que decirlo: ¡Es real!
   Pero lo que más me gusto de la isla fue un yate medio hundido, que alguien decidió que estaba cansado de tanto lujo y decidió dejarlo para uso y disfrute de los visitantes, por lo que gracias a esa amable persona pudimos disfrutar de un fantástico rato lanzándonos al agua desde lo alto (tengo que reconocerlo, me tuve que aguantar las ganas de abrir los brazos en la proa y cantar "My Heart Will Go On"). Si os fijáis, al fondo de la foto se puede apreciar la maravilla en cuestión: 

"Sólo Dios Deside", ¡Si es que me encantan!

     Y ya con esto y muy a vuestro pesar, se nos va acabando el viaje, espero que hayáis podido disfrutarlo un poquito conmigo, y que os entre el gusanillo a los que aún no tengáis billetes para venir a verme por que, ¿Os cuento un secreto? Me han dicho que esta es la playa más fea que veré este año.


¡Que gusto da encontrarse con gente tan simpática cuando estás tan lejos de casa!

                                                 ¡Les esperamos pronto con nuevas aventuras!

domingo, 18 de enero de 2015

Usos y Costumbres

   Amanece un nuevo día en Panamá City.  Mi cuerpo aún no está acostumbrado al horario por lo que mis mañanas comienzan a las seis, y las diez de la noche significan poco menos que trasnochar. Pero gracias a eso puedo disfrutar de otra clase de vistas 

Las grúas son un guiño a mis colegas, ¡Hay esperanza!

   Parece que hayan transcurrido meses desde mi llegada, aun que en realidad haga escasamente una semana que aterricé en la ciudad. Todos estaréis aburridos de oír hablar de trabajo, por lo que sólo en esta "carta" os mostraré donde paso mis horas rodeado de los tres mosqueteros (Marta, Eugenio y Jorge) a los que se unió ayer por la noche un nuevo miembro: Argentina, una asturiana destinada en Panamá (posible nombre de serie tipo Heidi o Marco, me guardo los derechos) 

   

   En estos siete días no es que me hayan sucedido tremendas hazañas dignas de una novela de Tolkien, pero he descubierto ciertas peculiaridades del país y sus habitantes que espero que os hagan al menos la mitad de gracia que a mí. Empezaré mostrando cómo en este país importa más la comodidad de sus habitantes que el sobrevalorado glamour del que hacemos gala en España. Es decir, ¿Qué mejor que te lleven el negocio a la puerta de tu casa? 

Se hacen fotocopias, plastificaciones, y creo que si lo pides puedes llevarte un patacón por un módico precio.

  ¿Os imagináis trabajar en este país encerrado en un cuartito minúsculo sin aire acondicionado y hablando sólo con la gente que quiera invertir en vuestro negocio? Pues a esa misma conclusión llegaron los quiosqueros hace tiempo, así pueden matar las horas diciéndoles a las muchachas que pasen: "Hey Prity!"(La verdad es que esta clase de piropos alegran el día a una, por lo menos te dan un motivo para reírte durante los siguientes diez minutos) y hablando con el resto de tenderos de la calle. Por que estar dentro de la tienda si no hay a quien atender... es tontería, y contando con que en las tiendas hay una persona para abrir la puerta (inclusive en el gimnasio, no vaya a ser que de tanto hacer pesas no puedas ni subir el brazo, si es que esta gente está en todo), cuatro para atender, una persona aparte del cajero para meter tus artículos en bolsas, etc. No importa mucho si sales a conversar un rato. Relaaax "beibi" las cosas de palacio van despacio.


   
   Y hablando de frases célebres, no puedo olvidarme de mencionar cuando en la piscina del edificio nuestro querido vecino David ("David di hola", "David saluda", "David, David, David...") saluda a su profesor de natación: 

-¡David di hola a couch! (no me he olvidado de escribir en inglés, es que aquí me han dicho que todo se escribe como se pronuncia y estoy dispuesta a fundirme con la cultura popular)

-¡Muy bien David! ¡Patea duro! (alusión a dar piernas de crol, me lo apunto para futuras visitas a la piscina) ¡Eres un campion!

   Y no puedo dejar de mencionar a nuestro querido conserje : " ¡Franklin a su servisio!"

  Pero lo mejor de todo es cuando hablando en "castellano" meten alguna frase en inglés con un perfecto acento americano (algún  día grabaré un audio diciendo "Siberian Husky", es una de mis palabras preferidas). Por que aquí las cosas son "cul" no guay, y las chicas son "prity" no bonitas. Y por supuesto que chisme o cosa son una "vaina", y cuando algo es horrible es "focop". Y nada de gracias y hasta luego, aquí todos están "a la orden" y "a su servisio", así da gusto, cuánto nos queda por aprender...


  También hay glamour en nuestras vidas, y ya que acaban de nombrar al que será el embajador español en Panamá durante mi estancia, me pasé por su casa a comprobar si habían cambiado las cortinas y lavado las sábanas, no queremos que el día que decida dar su fiesta de bienvenida nos obsequie con un vino blanco del 2013... 

Marta estaba llamando al de las flores, por que las que había no seguían el protocolo

   Otro de los buenos hábitos que hemos adquirido en nuestra nueva residencia, es que aquí se trabaja los sábados, y haciendo gala de nuestra buena disposición a sumergirnos en los usos y costumbres panameños hemos dedicado parte de nuestro fin de semana a hacer un estudio de mercado 


  
  Pero no todo puede ser trabajar en esta vida, hay que aprovechar los pocos momentos libres que tenemos, y después de tanto estrés que menos que tomarme un tiempo de relax. A falta de nieve, ¡Buenas son tortas! (No se si este año conseguirá mejorar mi nivel profesional o a la vuelta tendré que pedirles ayuda a mis amigas maestras...) A la espera de más aventuras me despido por ahora.

                                        Con esto y un patacón, ¡Hasta la próxima bombón!

Lo sé, yo también me odiaría en estos momentos

domingo, 11 de enero de 2015

¡Comienza la aventura!


     Me he puesto unas gafas especiales de color rosa para escribir estas "Cartas desde Panamá". Este año lo malo será menos malo y lo bueno será aún mejor, por que todo es más bonito si se cuenta con una sonrisa, y este blog nace con la intención de que los kilómetros se transformen en milímetros y el tiempo pase volando, de que los que me echan en falta me sientan un poco más cerca y a los que yo extraño estén un poco menos lejos. 

    Como toda buena aventura, ésta comienza con una extraordinaria despedida: risas, lágrimas, abrazos, promesas de visitas y llamadas, buenos deseos y muchos "te voy a echar de menos".


    Y llega el gran día, el 8 de Enero de 2015, o al menos eso parecía ya que gracias a la estupenda compañía IBERIA (momento de ajustarse las gafas rosas) y al overbooking del avión, no me dejan en tierra si no que me regalan un día más para disfrutar de la compañía de los que quiero, y de paso ahorrarme un día más de trabajo. ¡Que bonito se ve todo con estas gafas! 

    El día 9, tras una corta escala en Costa Rica, por fin llego a mi destino: Ciudad de Panamá. Una regla fundamental que aprendo nada más llegar es a tomarme la vida con mas calma, a no impacientarme si no se puede bajar del avión ya que alguien ha ocupado su sitio para estacionar, a disfrutar de los cuarenta y cinco minutos de espera en el control de pasaportes (durante los cuáles puedo ver a todo tipo de gente y aprovechar para inventarme interesantes vidas para ellos) o a experimentar una tercera cola en aduanas después de un montón de horas de viaje. 

  Y la salida del aeropuerto... ¡Que decir! El golpe de calor y humedad me transporta instantáneamente a esas noches de verano con olor a vacaciones y playa. La sonrisa de la gente, su actitud, la música y el trato no hacen más que reafirmar esa sensación. Mi cansancio se desvanece y absorbo todas las imágenes que puedo de mi nueva ciudad mientras mi entrañable casero me lleva al que será mi refugio durante los próximos meses. 

    Las calles me hacen pensar en el maravilloso viaje que realicé a Brasil hace un tiempo, el mismo caos, la misma vegetación, respiro hondo y me digo que va a ser un gran año.

   La casa es amplia, la habitación enorme con baño, vestidor, y una cama en la que aun no he decidido si tumbarme a lo largo o a lo ancho debido a su gran tamaño. La cocina y el salón son tremendamente amplios y las vistas son maravillosas.


    El día 10, sábado, me despierto temprano debido al jet lag y aprovecho para llamar a España y contar mis primeras impresiones. Marta (mi compañera de piso y aventuras) y yo llenamos la nevera y vaciamos las maletas, y por la tarde nos encontramos con los que serán nuestros compañeros de oficina durante este año (Eugenio y Jorge) y nos vamos a recorrer el nuevo paseo marítimo de la ciudad. Qué decir... juzgad vosotros mismos:



     Cinta Costera (así se denomina aquí al paseo) está a rebosar de gente el sábado por la noche, y tras recorrer unos 4 km llegamos al casco antiguo, donde no nos adentramos mucho ya que es mejor pasear de día por esa zona de la ciudad. Allí disfrutamos de una cerveza fría mientras hablamos tranquilamente, como si fuese cualquier noche de Julio a la orilla del mar. Después regresamos al mercado de marisco, donde cenamos corvina y pollo acompañados de patacones, que no son nada mas y nada menos que...¡Plátanos verdes fritos! El cansancio finalmente nos vence y volvemos a casa.

    El domingo me lo tomo como día de relax, sin madrugar y disfrutando del primer baño en la piscina (aquí el calor es bastante sofocante todo el año), dejando que los rayos del sol acaricien mi desacostumbrada piel.



    Creo que no hace falta decir que cada vez me gusta más esta ciudad...